Propuesta
para enseñar ciencia durante las misas...
...
obviamente, se trata de una respuesta irónica, inteligente
y sensata que un grupo de profesores han realizado ante el abuso
intolerable que, en España, han perpetrado los obispos y
el poder ministerial ultracatólico del PP con la imposición
de la asignatura de religión (que no es tal, sino catecismo).
El
autor de este web defiende desde hace años que en los colegios
se imparta una asignatura que englobe la historia del hecho religioso
y las religiones comparadas, impartida por expertos con buena cualificación
académica, pero se opone frontalmente a que en un centro
escolar público se imparta catecismo como asignatura ya que
éste, que es muy digno, debe impartirse en el hogar y en
las parroquias, pero los centros escolares públicos no deben
ser jamás un lugar de proselitismo interesado, y menos todavía
cuando éste se camufla bajo la forma de una asignatura curricular.
***
Somos un grupo
de docentes de todos los niveles educativos que estamos muy preocupados
por el bajo nivel cultural en nuestra sociedad, los altos índices
de fracaso escolar y la proliferación de tele basura.
Para salir de
esta situación queremos traspasar los muros de las escuelas,
los institutos y las universidades, llevando la cultura y la educación
a ámbitos en los que hasta la fecha hemos estado ausentes,
en los que nuestra dejadez ha privado a muchos ciudadanos del derecho
universal a la cultura.
Como primer
paso, queremos llegar a un acuerdo con las autoridades eclesiásticas
para que nos cedan un diez por ciento del tiempo de las misas con
el fin de que profesores especialistas en las distintas disciplinas
puedan llegar más fácilmente a los creyentes mediante
breves intervenciones
didácticas.
Estamos estudiando
cuál sería el momento idóneo para insertar
en las misas contenidos científicos y culturales, tal vez
inmediatamente después de la consagración o justo
antes del padre nuestro. Está claro que algunos feligreses
podrían, con razón, objetar que ellos no tienen porqué
aumentar sus conocimientos ni su cultura, ya que acuden a misa con
el sólo fin de orar y escuchar la palabra de Dios. Para solucionar
este problema, y aunque pudiera parecer inconstitucional, a la entrada
a la Iglesia les haríamos rellenar un formulario para que
manifestaran su preferencia por la religión o la cultura.
Una vez identificadas
estas personas, podrían abandonar en el momento adecuado
la nave principal de la Iglesia y reunirse en las capillas laterales,
la cripta o el salón parroquial. Con el fin de evitar agravios,
estas
personas podrían recibir durante ese rato charlas de carácter
no cultural ni educativo pero muy relacionadas con los contenidos
que se estén impartiendo en ese momento al resto de los fieles
desde el altar.
Por ejemplo,
los feligreses que no quieran repasar la tabla periódica,
estudiarán los efectos perniciosos de los colorantes alimentarios,
los que no quieran hacer ejercicios de educación física
podrán ver un documental sobre la obesidad, y los que no
quieran repasar los verbos irregulares
ingleses podrían estudiar estadísticas sobre la importancia
de hablar idiomas en el mundo moderno.
Los obispos
nos han adelantado que no habría problema en computar el
tiempo de cualquiera de estas actividades como tiempo equiparable
al dedicado a escuchar la palabra de Dios, a la oración,
a la contemplación, la penitencia o a la caridad y en ningún
caso podrá discriminarse el acceso a la
salvación eterna a los fieles en razón a sus preferencias
religiosas o educativas.
Tampoco han
puesto la más mínima objeción a la aparente
contradicción derivada de que el contenido de las misas esté
basado en la fe y las creencias, en contraste con la naturaleza
científica y académica de los contenidos que habitualmente
impartimos en las aulas.
En un primer
momento, las clases se impartirían sólo durante las
misas obligatorias de los domingos y fiestas de guardar, para más
adelante extenderse a otros actos religiosos de asistencia no obligatoria
como bautizos, bodas, comuniones, funerales, ejercicios espirituales,
ordenaciones sacerdotales e incluso ceremonias de canonización
o beatificación.
Pero, ¿de
dónde saldría el dinero para pagar al profesorado
que trabaje los domingos?. Sin duda alguna de los donativos que
los fieles depositan en los cepillos, del porcentaje de impuestos
destinados al sostenimiento de la Iglesia Católica o, en
general, de los presupuestos de la Iglesia.
Para garantizar
la calidad de las enseñanzas impartidas, nuestra asociación
gestionaría directamente el dinero aportado por la Iglesia
y con él contrataría a profesores de sólida
formación pedagógica y científica que se encargarían
de impartir las clases durante las misas.
Naturalmente,
dado el carácter eminentemente laico de las clases, no dudaríamos
en despedir fulminantemente a aquellos profesores que no mantuvieran
una coherencia laica entre su vida profesional y personal haciendo
cosas como casarse por la iglesia, acudir a misa semanalmente o
participar en cualquier tipo de actos religiosos.
Finalmente,
llevaremos nuestras negociaciones hasta el mismo Vaticano, con cuyas
autoridades firmaríamos un Concordato que garantizara la
continuidad de nuestra noble tarea docente en las iglesias durante
los años venideros.
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¿Te
parece un disparate? ¿te parece difícil de conseguir?
No es tan disparatado ni tan difícil. Ahí tenemos
el ejemplo de los acuerdos entre la Iglesia y el Ministerio de Educación
en torno a la asignatura de religión y su alternativa. Al
final han conseguido lo que nadie hubiera creído posible.
Entre tanto,
puedes hacer llegar nuestra propuesta educativa a docentes, padres,
alumnos, políticos, sindicalistas, medios de comunicación
e incluso a las autoridades eclesiásticas. Tal vez así
contribuyamos a que se entienda mejor lo que está ocurriendo
en relación a la enseñanza de la
religión en los centros sostenidos con dinero público.
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