El
totalitarismo católico en el poder de España y de
la Iglesia
Por Daniel Moya
Revista Alandar: alandar@eurosur.org
El artículo
que presentamos aquí fue publicado en la Revista Alandar,
Año XXI, Nº 203, en diciembre de 2003.
Alandar es un medio situado en el ámbito del catolicismo
democrático y progresista, buen conocedor, por tanto, de
los movimientos eclesiales autoritarios o totalitarios que durante
el pontificado del Papa Wojtyla, gracias a su concurso, se han apoderado
del control de la Iglesia y de muchos de los resortes de poder del
Estado español (y de otros países, en particular de
Latinoamérica).
La lectura de este trabajo es apenas un aperitivo para enterarse
de la realidad que está minando la democracia española
de forma silenciosa, pero es suficiente para hacerse una idea del
gran poder sociopolítico encubierto que manejan grupos de
presión como el Opus Dei, Legionarios de Cristo, Comunión
y Liberación, Camino Neocatecumenal o Focolares.
Ignorar esta realidad, tal como lo está haciendo buena parte
de la sociedad española, católica o no, se pagará
muy caro. El nazionalcatolicismo que arrasó la España
de postguerra está obteniendo mucho más poder y ventajas
sociales y económicas en la España del PP (Partido
Popular) que en la de la dictadura de Franco.
LOS
MOVIMIENTOS ECLESIALES
Los nuevos Movimientos
en la Iglesia desplazan a "los ejércitos" más
arraigados
DANIEL MOYA
Revista Alandar.-
El pasado mes de mayo, Juan Pablo II se marchó de España
más que encantado. El cardenal Rouco no se lo creía.
El quinto viaje del Papa a nuestro país había sido
un "éxito total", muy por encima de las propias
expectativas de la cúpula eclesial. Al menos, desde el punto
de vista de la convocatoria de grandes multitudes, que es como la
jerarquía y los medios de comunicación miden estas
cosas.
Pero el mérito
no fue de los obispos españoles. La "culpa" de
la excelente acogida se debió a la masiva movilización
organizada por los llamados nuevos movimientos eclesiales: en el
aeropuerto de Madrid-Barajas, en los aledaños de la Nunciatura,
en el aeródromo de Cuatro Vientos, en la plaza de Colón,
en todos los lugares por donde pasaba Juan Pablo II había
gente de los 'kikos' (el Camino Neocatecumenal), de los 'cielinos'
(Comunión y Liberación), de los Focolares, de los
Legionarios de Cristo, del Opus Dei...
Y es que, como
bien se ha dicho, los nuevos movimientos son el auténtico
"ejército" del Papa en sus ansías de reconvertir
al mundo al catolicismo. Tan es así que el auge de estos
grupos se ha convertido en uno de los rasgos más característicos
del pontificado de Juan Pablo II, al que incluso han llegado a calificar
como el Papa de los movimientos. Y con toda la razón del
mundo.
El apoyo del
Vaticano a estos movimientos quedó "oficializado"
en el famoso Congreso Internacional de los Movimientos Eclesiales,
celebrado en Roma en el día de Pentecostés de 1998.
Aunque este encuentro congregó a 56 de estos nuevos grupos,
el Papa decidió reunirse en público con los líderes
y fundadores de siete de ellos, escogidos "en virtud de su
extensión y representatividad universal": Kiko Argüello,
del Camino Neocatecumenal; Chiara Lubich, de los Focolares; Luigi
Giussani, de Comunión y Liberación; Patti Mansfield,
de la Renovación Carismática Católica; Marcial
Maciel, de los Legionarios de Cristo; Andrea Riccardi, de la Comunidad
de San Egidio; y Joaquín Allende, de Schoenstatt. En esta
ocasión, Juan Pablo II, bajo el lema "Movimientos eclesiales:
comunión y misión al alba del tercer milenio",
quiso honrar a "una de las más claras expresiones de
la acción del espíritu en la Iglesia del siglo XX".
Nueva evangelización
Pero el respaldo
del Papa venía de lejos. Al poco de llegar al Vaticano, Wojtila
ya tenía en mente su plan "nueva evangelización",
que tenía un objetivo doble: por un lado, restaurar la fuerza
de una Iglesia que consideraba debilitada por las derivas del Concilio
Vaticano II y, por otro, reforzar la presencia católica en
una sociedad cada vez más secularizada. Juan Pablo II decidió
poner su proyecto en manos de los nuevos movimientos eclesiales
en detrimento de la hasta entonces vanguardia de los "ejércitos"
papales: jesuitas, dominicos y franciscanos, principalmente, luchaban
más, por sacar a la gente de la pobreza que por hablarles
de Cristo. Además, habían llegado, a su juicio, demasiado
lejos en la interpretación de la nueva Iglesia que anunciaba
el Concilio. Ni que decir tiene que entre los que habían
llegado "demasiado lejos" destacaba, en primer plano,
sin ser mencionada explícitamente, la Teología de
la Liberación, cuya aproximación al marxismo no podía
consentir un Papa originario de una Polonia subyugada por el comunismo.
Los jesuitas
-sobre todo en El Salvador (recuérdese a Ellacuría
y sus compañeros mártires)- y los franciscanos -en
Brasil, con Leonardo Boff a cabeza- eran los principales animadores
de la Teología de la Liberación. Había, pues,
que pararles los pies. El control de los primeros se inició
en 1980 con el aislamiento de Pedro Arrupe, general de la Compañía
de Jesús, y la imposición al frente de la orden de
una persona de la confianza papal, el italiano Paolo Dezza. Con
las otras órdenes religiosas, bastó el ejemplo de
lo ocurrido con los jesuitas y los procesos abiertos por la Congregación
para la Doctrina de la Fe (el antiguo Santo Oficio) a algunos de
su miembros más polémicos, como iniciado contra Boff
en 1984 que acabó con la secularización el teólogo.
Juan Pablo II
no ocultó nunca su cercanía al Opus Dei, que hasta
entonces había sido visto con desconfianza por el Vaticano.
Con el nuevo Papa, su ascensión fue vertiginosa. Ya en 1978,
pocos días antes del primer cónclave después
de la muerte de Pablo VI, el entonces cardenal Wojtyla visitó
Villa Tevere, la sede del Opus, y rezó ante la tumba de Escrivá.
En 1982 otorgó a la organización el título
de "prelatura personal". Creada a medida para el Opus,
le concede los atributos de una verdadera diócesis sin limitación
territorial. El prelado del Opus depende directamente del Papa,
escapando así a la autoridad de los obispos diocesanos. En
1992 beatificó a Escrivá, sólo 17 años
después de su muerte, y el año pasado lo convirtió
en san Josemaría.
Al asalto del
poder
Los nuevos movimientos,
en fin, con todo el celo apostólico de su juventud, recibieron
el encargo de recristianizar el mundo. El diseño era sencillo:
los movimientos se repartirían el trabajo en función
de su "carisma" propio y para evitar grandes choques entre
ellos: el Opus Dei, los Legionarios de Cristo y Comunión
y Liberación se dedicarían a las élites. Los
Neocatecumenales y los Focolares, a las clases medias. Y los carismáticos,
a las clases más populares. En este proyecto no cabían
las comunidades de base, desautorizadas y anuladas, y el resto de
movimientos de ambiente o especializados, que han sido marginados.
Más de veinte años después, la estrategia no
parece haber logrado su objetivo, pero estos movimientos no sólo
se han consolidado en la Iglesia sino que poco a poco se han ido
extendiendo por el mundo y tomando las riendas del poder.
Fidelidad recompensada
De todos los
rasgos comunes, hay uno que sobresale sobre los demás y que
explica a las claras la preeminencia actual de los movimientos:
la fidelidad al Papa.
Una fidelidad
que el Pontífice ha devuelto con creces. Hoy, los movimientos
gozan de un respaldo vigoroso por parte de la jerarquía y
muchos obispos los solicitan para animar la vida católica
en sus diócesis. Pero conviene recordar que estos movimientos
eran -aún lo son en algunos lugares- vistos con recelo por
gran parte de la Iglesia institucionalizada: las grandes congregaciones,
las parroquias y muchos obispos; y con frecuencia eran acogidos
con desconfianza allá donde decidían instalarse.
Lo que constituía
al principio la gran novedad de los movimientos -es decir, que eran
eminentemente laicales- ha ido desapareciendo con los años.
En mayor o menor grado, todos ellos se han ido clericalizando, creando
ramas "sacerdotales", formando a sus propios curas e incluso
fundando sus propios seminarios al margen de las diócesis.
En consonancia con los tiempos, los sacerdotes asociados o miembros
de estos movimientos están siendo promovidos a la jerarquía.
De hecho, su clero está evolucionando como una especie de
jerarquía paralela que va tomando posiciones en en Vaticano
y en las distintas Iglesias locales.
El vergel español
Aquí
aparece, claro, otro rasgo común a los movimientos que se
nos había escapado: el gusto por el poder. Es la vieja premisa
del Opus Dei, compartida por el resto -sobre todo, por los Legionarios
de Cristo y Comunión y Liberación- de que la evangelización
se juega en la política, incluso dentro de la Iglesia. Dicho
en otras palabras, el poder es necesario para imponer sus doctrinas
-que son las únicas "verdaderas"- al resto de la
Iglesia y de la sociedad.
Así las
cosas, España es uno de los países que mejor ha acogido
a los nuevos movimientos. No en vano dos de los más importantes
-Opus Dei y el Camino Neocatecumenal- nacieron aquí, y otro
más -Legionarios de Cristo- es de origen mexicano y, por
tanto, de habla castellana. De hecho, el pasado mes de septiembre,
las páginas religiosas del diario "La Razón"
(cuyo coordinador Alex Rosal, dicho sea de paso, es "legionario")
declaraban triunfalmente que "Medio millón de católicos
españoles participan en movimientos apostólicos".
Según este artículo, el más numeroso, con 86.000
miembros, es el Camino Neocatecumenal, seguido por el Apostolado
de la Oración, con 50.000, y los Focolares, con 42.000. A
tenor de este informe, el Opus Dei tiene 33.000 adeptos y los Legionarios
de Cristo (que figuran con el nombre de su rama laicaa, Regnum Christi),
apenas 4.000. El resto, hasta el medio millón, se reparte
entre decenas de grupúsculos.
Lógicamente,
las cifras deben ser vistas con cierto espíritu crítico,
habida cuenta del secretismo que rodea a estas organizaciones, que,
en ocasiones, ni siquiera desvelan el número real de seguidores.
Sea como fuere, es evidente que, en relación con la masa
de creyentes, estos grupos son insignificantes. Y, sin embargo,
han sabido introducirse en los centros de mando, en España
y en el resto del mundo católico.
A la caza del
obispo cercano
Por influencia,
ya que no por número, tal vez los segundos en la lista, después
del Opus, sean los Legionarios. Según José Martínez
de Velasco, autor del libro "Los Legionarios de Cristo",
"España es la base operativa para la expansión
legionaria hacia Roma y el continente europeo. A través de
selectos colegios y de un activo entorno universitario en Madrid,
Valencia, Cantabria, Salamanca, Barcelona y Sevilla, la Legión
de Cristo se está introduciendo en las familias y en los
círculos más poderosos e influyentes de la economía
y de la comunicación de nuestro país". Legionarios
reconocidos son dos ministros, Ángel Acebes y José
María Michavila, además de una hermana de Ana Botella,
que no oculta su proximidad al movimiento. Y en su órbita
se mueven también otros apellidos ilustres de las finanzas
y la universidad como Gustavo Villapalos; la familia Oriol (que
cuenta con 4 curas legionarios) o Alicia Koplowitz y su fundación
Vida y Esperanza. Dueños de la universidad privada Francisco
de Vitoria, su estrategia actual consiste en ir comprando y/o fundando
colegios para formar a los más jóvenes. Ejemplo de
ello es el reciente caso del colegio El Bosque, de Madrid, cuyos
alumnos han visto cambiar la orientación laica del centro
a la ideología legionaria -separación de sexos incluida-
a mitad del curso.
También
los 'kikos' cuentan ya (¡cómo no!) con su obispo: monseñor
Ricardo Blázquez, de Bilbao, uno de los teólogos del
Camino. Y con su universidad: la Católica de Murcia, una
de las zonas, junto con Andalucía y Madrid, donde están
más extendidos. Pero si a alguien se le puede acusar de Iglesia
paralela es, desde luego, a ellos. Tan en así que, sólo
en España, controlan más de 300 parroquias y han abierto
un seminario propio en Madrid, el Redemptoris Mater, para formar
a sus propios "misioneros itinerantes". Tienen, además,
dos centros especiales de formación en San Pedro del Pinatar
(Murcia) y El Escorial (España). Aunque oficialmente pobres,
la Fundación Familia de Nazaret para la Evangelización
Itinerante, aprobada en Madrid por el cardenal Suquía en
1992, mueve al año más de 120 millones de euros, procedentes
sobre todo de los diezmos de las familias. Sus dirigentes utilizan
esos fondos sin rendir cuentas a nadie. La revista francesa Golias,
de origen católico, les ha dedicado recientemente un número
monográfico y se atreve a decir que el Camino incurre en
ocho de los diez criterios que el Consejo de Europa establece para
identificar a las sectas perniciosas.
Más pequeños
por el número -apenas 1.500 en España-, Comunión
y Liberación (CyL) es, sin embargo, el movimiento que más
apoyo explícito tiene en la jerarquía episcopal. 'Cielinos'
son los arzobispos de Granada, Franciso Javier Martínez,
y Oviedo, Carlos Osoro. Y dando vueltas en torno están también
el de Valladolid, Braulio Rodríguez, y los auxiliares de
Madrid Eugenio Romero Pose y César Augusto Franco, hombres
de confianza del cardenal Rouco.
Como en otros
países, CyL está sobre todo presente en el mundo universitario
y editorial a través de Ediciones Encuentro, la asociación
Atlántida, que organiza el Happening, una cita fija en el
calendario universitario de tipo lúdico, y la asociación
Nueva Tierra, que agrupa a un amplio haz de grupos parroquiales
y universitarios. Teológicamente, cuentan con el aval de
gran parte de los escrituristas de la Escuela de Madrid.
Por último,
los focolares, pese a sus 42.000 adeptos reconocidos, están
mucho menos presentes en los alrededores del poder. Por supuesto,
tienen igualmente un obispo, en este caso monseñor Francisco
Pérez, arzobispo castrense y director de las Obras Misionales
Pontificias, que mueven más de 1.000 millones de euros al
año. Y también una editorial, Ciudad Nueva, y una
revista del mismo nombre, además de la Escuela Aabbá
con cursos de nueva teología y otras disciplinas humanas
y científicas. Por lo demás, viven y actúan
mucho más calladamente. Porque, al fin y al cabo, lo importante
no es el número de seguidores, ni lo poderosos que sean,
sino extender el mensaje evangélico. Y si es como ellos lo
entienden, mejor.
La Obra de Dios
El Opus es,
además del más veterano, el movimiento más
influyente en la Iglesia actual. Con 84.000 miembros según
sus propias cifras -incluidos menores de edad-, 1.800 de ellos sacerdotes
y el 26 por ciento numerarios (célibes), cuentan ya con 2
cardenales: el arzobispo de Lima, monseñor Cipriani, y el
español recientemente nombrado Julián Herranz, miembro
de la curia (presidente del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos.
'Opusinos' son también otros dos españoles: el portavoz
del Vaticano y muñidor de toda la estrategia comunicativa,
Joaquín Navarro-Valls; y el director de la Escuela Diplomática,
Justo Mullor. Cercanos son igualmente el secretario personal del
Papa, monseñor Diwisz; los cardenales Sodano, López
Trujillo y Moreira Neves; y el nuevo secretario para las Relaciones
con los Estados, monseñor Lajolo.
En España,
de momento, sólo han conseguido colocar a uno de los suyos
al frente de la diócesis de Burgos: monseñor Gil Hellín,
que vino directamente de la curia romana. Pero cuentan con la simpatía
de casi todos los demás obispos: 50 de ellos asistieron a
la canonización de san Josemaría en octubre de 2002.
El más entusiasta de ellos es el primado de Toledo, Antonio
Cañizares, conocido como 'el pequeño Ratzinger'. Si
los hay, y muchos, en América Latinaa: 7 en Perú,
4 en Chile, 2 en Ecuador, 1 en Colombia; 1 en Venezuela; y en Argentina
y 1 en Brasil. Es significativo que dos de ellos hayan sido nombrado
sucesores de personalidades como Óscar Romero, en San Salvador,
y Hélder Cámara, en Recife.
Sólo
un obispo en España, pero mucha influencia en las élites
políticas, económicas y universitarias. Suyos son
la Universidad de Navarra, con su afamada clínica universitaria,
los colegios Tajamar y Retamar de Madrid y el IESE de Barcelona.
Suyas son las editoriales Palabra, Rialp y Eunsa. Suyos son los
grupos de comunicación Recoletos y Negocios (editores, respectivamente
de diarios como Marca y Expansión o La Gaceta de los Negocios)
y el periódico del arzobispado de Madrid, "Alfa y Omega".
Y suyo, además de multitud de empresas, el Banco Popular.
Y muchos de sus miembros están presentes en las esferas del
poder, entre ellos el ministro de Defensa, Federico Trillo; el fiscal
general del Estado, Jesús Cardenal, y la Junta de Jefes de
Estado Mayor del Ejército en pleno.
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