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FQS
sobre sectas:
- ¿Cualquier
persona puede ser captada por una secta?
- ¿Qué
diferencia una secta de una religión?
- ¿Estamos
indefensos ante las sectas?
- ¿Las
sectas son un negocio de listos para explotar a los tontos?
- ¿Crece
el número de sectas?
- ¿Las
sectas sólo se aprovechan de los más incultos?
- ¿Cómo
puede ser que la gente siga cayendo en las sectas a pesar de lo
que se sabe de ellas?
- ¿Hay
sectas positivas?
- ¿Cómo
puede distinguirse a una persona que está en una secta?
- ¿Qué
ofrecen las sectas?
- ¿Qué
es lo que falla en nuestra sociedad que permite la existencia
de sectas y el aumento de sus adeptos?
- ¿Qué
buscan las personas en las sectas?
- ¿Una
persona puede convertirse en sectaria de un día para otro o casi?
- ¿Son
frecuentes los casos de maestros o profesores que captan a sus
alumnos para alguna secta?
- ¿Cómo
viven la situación los amigos y familiares?
- ¿Cómo
se puede luchar contra una secta para sacar a una persona de ella?
- ¿Qué
pasó con la desprogramación, ya no se realiza?
- ¿Se
puede prevenir el sectarismo?
- ¿Cómo
pueden explicarse los suicidios colectivos que han protagonizado
algunas sectas?
- ¿En
qué momento ya no puede hacerse nada para abordar un problema
de "sectas"?
¿Cualquier
persona puede ser captada por una secta?
No.
Los
expertos en problemática sectaria solemos repetir que prácticamente
cualquier persona puede ser captada por una secta si es abordada
en el momento oportuno. Y este «momento oportuno» es la resultante
de diversidad de elementos de predisposición caracteriológica y,
muy especialmente, de una serie de circunstancias sociales que sobrecargan,
momentáneamente, los niveles de ansiedad y/o estrés del sujeto,
haciéndole más vulnerable a la manipulación emocional. Así, pues,
aunque no todo el mundo es vulnerable siempre ni a cualquier ataque
proselitista sectario, la existencia de situaciones y factores de
riesgo determina la probabilidad de que sí seamos vulnerables en
muy diversas circunstancias y ante determinados mensajes sectarios.
Para
que pueda darse la captación sectaria deben coincidir a un mismo
tiempo —el «momento oportuno»— las cuatro condiciones siguientes:
1.
Tener un perfil de personalidad presectaria.
2.
Estar atravesando un momento de crisis —derivado de una circunstancia
puntual y anómala y/o de algún problema largo tiempo sostenido—
especialmente grave y doloroso que haga rebosar la capacidad del
sujeto para resistir el estrés y la ansiedad.
3.
Ser contactado de un modo adecuado —que pueda ser tenido en cuenta
por el sujeto— por un reclutador sectario (conocido o no de la víctima).
4.
Que el mensaje sectario propuesto encaje con las necesidades, intereses
y mentalidad del sujeto.
Si
falta una sola de estas condiciones, la probabilidad de ser captado
por alguna secta destructiva se reduce drásticamente hasta hacerse
prácticamente imposible. Pero también es verdad que, teniendo el
primer factor —que persiste de por vida si no media un proceso terapéutico
adecuado—, es más fácil que las siempre cambiantes circunstancias
de una vida acaben por hacerlo coincidir con los otros tres factores
desencadenantes de la adicción sectaria.
Para
más detalles consultar mi libro Adicción
a sectas (Pautas para el análisis, prevención y tratamiento),
editado por Ediciones B., Barcelona, 2000.
¿Qué
diferencia una secta de una religión?
Los
conceptos de religión y secta a menudo se contraponen uno al otro
de modo excluyente y/o como etiqueta que pretende dar o quitar legitimidad
a unos y otros. Sin embargo, no pueden ni deben compararse entre
sí de forma lineal.
"Religión"
define un ámbito específico de creencias y comportamientos humanos,
mientras que "iglesia" supone una de las formas posibles
de organización burocrática de una religión y "secta"
identifica, básicamente, el origen de un grupo (la Iglesia católica
es una "secta" originada en el judeocristianismo; la Iglesia
protestante es una "secta" escindida del tronco cristiano
común, etc.) y, cuando se le añade matiz peyorativo, identifica
a grupos muy replegados sobre sí mismos y autoreferenciales.
Veamos
con más detalle algunas diferencias definitorias que se establecen
en el primer capítulo de mi libro Adicción
a sectas (Pautas para el análisis, prevención y tratamiento):
Qué
es religión:
Debido
a la propia naturaleza del hecho religioso y a la carga emocional
que conlleva, el concepto de lo que es o no «religión» aún sigue
despertando desacuerdos definitorios entre los expertos académicos.
Sin embargo, a pesar de las discrepancias, lo cierto es que los
sociólogos de la religión contemporáneos más importantes y representativos
hace ya tiempo que han dejado de medir el hecho religioso con la
vara definitoria exclusiva y excluyente que caracteriza la estructura
católica o cristiana. Una religión puede ser una dinámica social
que se parezca a la católica, pero también puede serlo cualquier
otra estructura que sea divergente en todas sus formas.
Siguiendo
a uno de los mayores expertos actuales en este campo, el Dr. Bryan
R. Wilson, señalaremos que, aunque no exista una única definición
consensuada sobre el concepto «religión», sí resulta patente que
entre el conjunto de las definiciones propuestas por los especialistas
hay mucha coincidencia en tomar como elementos característicos del
hecho religioso la presencia de:
1.
Creencias, prácticas, relaciones e instituciones relacionadas con:
a.
fuerzas, seres o metas sobrenaturales;
b.
un poder —o poderes— invisible y superior;
c.
la preocupación por los fines últimos del ser humano;
d.
aspectos sagrados (elementos reservados y/o prohibidos);
e.
un objeto de devoción espiritual;
f.
una entidad que controla el destino del ser humano;
g.
el ámbito del ser;
h.
una fuente de conocimientos y de sabiduría transcendental.
2.
Prácticas que suponen comportamientos de obediencia, reverencia
o culto.
3.
Carácter colectivo o grupal de la expresión de la vida religiosa.
Por
otra parte, las definiciones de los especialistas coinciden en señalar
que entre las consecuencias y funciones de la religión debe encontrarse:
1.
el mantenimiento de una comunidad moral;
2.
la obtención de una identidad de grupo y/o individual;
3.
un marco de orientación;
4.
un universo de significado construido desde la perspectiva humana;
5.
confianza y alivio respecto a la perspectiva de la ayuda y la salvación.
Qué
es secta:
El
término «secta», etimológicamente apareció alrededor de los siglos
XIII-XIV y parece basarse en la raíz latina sequor
—que significa «marchar detrás de», «tomar por guía a», eso es,
seguir las doctrinas u opiniones de alguien—, en secedo
—«apartarse», «alejarse»—, o en la derivación seco
secui sectum —«cortar», «trinchar», «partir», «amputar» o «mutilar»—.
Una vieja discusión académica clásica ha pretendido diferenciar
entre secta e Iglesia enfrentando una a la otra. Así, Max Weber
definió una Iglesia como una institución de salvación que privilegia
la extensión de su influencia, mientras que una secta es un grupo
contractual que pone el acento sobre la intensidad de vida de sus
miembros.
Ernst
Troeltsch, siguiendo la senda de Weber, subrayó que una Iglesia,
para extenderse, está dispuesta a adaptarse a la sociedad y adoptar
compromisos con los Estados, mientras que una secta, por el contrario,
se coloca separada respecto de la sociedad global y tiende a rechazar
todo lazo con ella e incluso el diálogo; dado que una secta también
adopta esta actitud con respecto al resto de religiones, Troeltsch
propuso que la presencia o no de sentido ecuménico podría ser un
criterio válido para diferenciar entre Iglesias y sectas. Sin embargo,
hace mucho ya que los sociólogos de la religión no admiten como
correcta esta dicotomía Iglesia/secta en nuestra sociedad moderna.
Si
cuando buscamos alguna etiqueta con la que denominar a las «sectas»
pretendemos diferenciar conceptualmente las sectas socialmente aceptables
de aquellas que —por motivos diversos y, en cualquier caso, ajenos
a los puramente ideológicos— no lo son, resulta indiscutible que
en algunos grupos encontramos una incidencia negativa y lesiva —de
intensidad variable— sobre la personalidad, relaciones sociales
y patrimonio de sus adeptos, que resulta demasiado fuerte y evidente
para ser ignorada, aunque no es menos cierto que esos mismos grupos
también aportan una serie de efectos beneficiosos a sus miembros.
La
definición de «secta destructiva» (SD) propuesta por este autor
en 1982 es suficientemente operativa y permite diferenciar, al menos,
entre dos grandes grupos de «sectas»: las que presentan comportamientos
lícitos y aceptables —según los valores y normas mayoritarios de
una determinada sociedad en un momento histórico concreto— y las
que mantienen dinámicas estructurales más o menos abusivas, ilícitas
—o delictivas— y patógenas. Este calificativo no pretende tanto
etiquetar a grupos concretos como identificar dinámicas grupales
muy específicas; así, SD será sinónimo de «sectarismo destructivo»
antes que de «secta destructiva», eso es de un conjunto de comportamientos
que pueden darse tanto en grupos reconocidos —eso es estigmatizados—
socialmente como «sectas», como en otros que no son identificados
ni identificables como tales.
Desde
este planteamiento inicial, proponemos reconocer lo que hemos dado
en llamar SD basándonos en tres tipos de actuaciones lesivas: en
el ámbito psicológico, en el social y en el jurídico. Así, pues,
para identificar a grupos o dinámicas grupales de riesgo podremos
basarnos en la definición siguiente: Una «secta destructiva» (SD)
será todo aquel grupo o dinámica grupal que, en su proceso de captación
y/o adoctrinamiento, utilice técnicas de persuasión coercitiva que
propicien la destrucción (desestructuración) de la personalidad previa del adepto
o la dañen severamente. El que, por su dinámica vital, ocasione
la destrucción total o
severa de los lazos afectivos y de comunicación efectiva del sectario
con su entorno social habitual y consigo mismo. Y, por último, el
que su dinámica de funcionamiento le lleve a destruir,
a conculcar, derechos jurídicos inalienables en un Estado de Derecho.
Volviendo
al fondo de la pregunta: se puede estar en contra de las "sectas
destructivas" (que son las dinámicas más patológicas y manipuladoras),
pero sin estarlo contra las "sectas" y "religiones".
O se puede estar a favor o en contra de lo que a uno le de la gana,
que por algo tenemos libertad ideológica. Pero no debe confundirse
el continente con el contenido, eso es el jarrón (estructura organizadora)
con el agua (creencias y actuaciones). Los abusos que se critican
en las sectas también suelen darse en las religiones, pero los encontramos
también es muchos otros ámbitos sociales. Lo lógico, en cualquier
caso, sería estar en contra de los abusos en sí mismos con independencia
del lugar donde ocurran. Una estafa o una coacción son igualmente
reprobables y perseguibles ya se den en una secta, religión, partido
político, universidad, comercio, grupo de amigos, asociación de
amantes del canario... El problema no está tanto en las etiquetas
o en las estructuras (aunque las haya de más o menos riesgo), sino
en los comportamientos, y éstos deben individualizarse para cada
caso.
¿Estamos
indefensos ante las sectas?
No
estamos indefensos ante las sectas. Nuestro ordenamiento jurídico,
con todas sus virtudes y defectos, es suficiente para combatir todo
tipo de delito... pero los delitos no siempre son fáciles de probar
ante un tribunal.
Las
"sectas" no deben ser perseguidas por ser tales, ni deben
ser objeto de una legislación específica (esto sería una aberración
jurídica, además de anticonstitucional). Lo que debe perseguirse,
en todo caso, son sus presuntas actuaciones delictivas; que no pueden
ser otras, ni diferentes, de las que puede cometer cualquier otro
ciudadano o grupo.
Tal
como puede verse en el capítulo que se ocupa de la cuestión legislativa
en referencia a las sectas en mi libro Adicción
a sectas" (Pautas para el análisis, prevención y tratamiento),
lo que falta no es legislación sino interés en aplicar la que ya
tenemos. Pero ese es un problema general. No es que estemos indefensos
ante las sectas, es que estamos bastante indefensos ante la mismísima
Justicia. Ejemplo: ¿has intentado pleitear contra tu Ayuntamiento
por alguna de las decenas de actuaciones suyas que sin duda perjudican
tus intereses o derechos? Puedes hacerlo perfectamente, tus derechos
están contemplados en un montón de artículos, pero, pero... ¿estás
dispuesto a pagar el elevado coste de abogado y procurador y el
tiempo que requiere el pleitear en las diferentes instancias judiciales?
Posiblemente no, claro, pues esto es lo mismo que pasa con las sectas.
Puede
pensarse que la Administración debería actuar de oficio, pero no
es tan fácil. La mayoría de los posibles delitos sólo son perseguibles
a instancia del afectado, que debe ser parte en el proceso (dinero
en mano...). Puede pensarse también que la Administración debería
controlar más a ciertos grupos y actuar en casos de riesgo evidente
o delito flagrante y eso debería ser así, efectivamente, pero no
sucede ni parece que vaya a ocurrir. En cualquier ámbito, la única
protección eficaz es la que uno mismo es capaz de proporcionarse.
Así de crudo.
Digan
lo que digan, no hay justicia gratuita. Sobre el papel sí, pero
en la realidad si uno quiere justicia se la tiene que pagar, y esta
justicia es lenta y es cara. Por tanto, la inmensa mayoría de los
afectados por sectas no se pueden permitir poner sobre la mesa un
millón de pesetas, o dos, o tres o cuatro, por un proceso absolutamente
incierto, que les va a amargar la vida y, al final, si ganan el
proceso, nunca van a recuperar lo que han pagado porqué la otra
parte, aunque tenga palacios en la Costa Azul, se declarará insolvente
y no pagará. En España, muchas de las sentencias no se ejecutan.
En ese mundillo, quien tiene dinero - la secta- está protegido,
y quien no lo tiene, o tiene lo justo -la víctima- no está protegida.
Esa es la brutal realidad en la que se mueve este asunto.
Por
eso recomiendo el uso de métodos extrajudiciales siempre que sea
posible, pero no sólo en sectas, sino en cualquier otro ámbito.
Y eso lo dicen también - y es lógico- desde la propia Administración
de Justicia. El acuerdo extrajudicial es siempre el mejor. Y con
sectas, como con cualquier otra persona o grupo, se puede llegar
a acuerdos extrajudiciales... siempre que se tenga la habilidad
para lograrlo y/o se posea datos y pruebas suficientes para poder
obligar a la otra parte a sentarse negociar.
¿Las
sectas son un negocio de listos para explotar a los tontos?
Cuando
se habla de "sectas" y de la explotación y negocios que
caracterizan a muchas de ellas, no cabe hablar de "listos"
y "tontos". El problema es mucho más complejo.
En
primer lugar, los adeptos que son explotados en sectas no son personas
diferentes al resto, salvo que su perfil psicosocial les hace más
vulnerables y frágiles. No son tontos, son personas más inmaduras
y con una serie de carencias para controlar sus emociones frente
a las dificultades de la vida cotidiana. Ellos, como todos los que
son adictos a algo, necesitan algún reductor de ansiedad para poder
sentirse bien, sólo que pierden el control del mismo y acaban "esclavizados"
por él. Tal como se muestra en mi libro Adicción
a sectas" (Pautas para el análisis, prevención y tratamiento),
la estructura de personalidad y la situación social de todos los
adictos a sustancias (drogas ilegales, alcohol, tabaco, café, etc.)
o conductas (juego, trabajo, sectas, compras, etc.) es muy similar
y los mecanismos cerebrales que les convierten en adictos son los
mismos. El adicto no es "tonto" sino que es un sujeto
que necesita desesperadamente el objeto de su adicción para poder
sentirse bien y, claro está, acaba pagando el precio que sea con
tal de seguir disponiendo de él. No todos los miembros de sectas
son sectadependientes, de igual modo que no todos los que beben
alcohol son alcohólicos y, claro está, sólo tienen problemas serios
los sectadependientes, que son siempre las víctimas de la explotación.
En
segundo lugar, el líder de una secta destructiva no es un "listo",
no es un estafador o un farsante que quiere aprovecharse de los
demás. Tiene un perfil de personalidad psicopatológico que le lleva
a creerse su propio marco delirante. Cuando comienza a conformar
lo que será su "secta" no quiere hacer negocio con ella,
sino sentirse "equilibrado" logrando gente que comparta
su creencia delirante. Pero cuando sujetos frágiles comienzan a
cederle su autonomía personal, este tipo de líderes se da cuenta
de que puede controlar su vida y recursos, momento a partir del
cual comienza el "negocio" sectario, pero no tanto como
una vía para enriquecerse sino como una necesidad para lograr medios
y gente para llevar a cabo sus proyectos delirantes. Un líder de
este tipo está convencido de que puede "salvar el mundo"
y toda su vida y esfuerzo se dirige a ello, sin importarle explotar
a los demás o delinquir para lograr recursos y más recursos que
incrementen su capacidad de actuar y su poder.
¿Crece
el número de sectas?
El
número de sectas crece en cualquier sociedad inmersa en una crisis
profunda, sea subdesarrollada o no. Hoy, el sectarismo está creciendo
en todos los países desarrollados y también en todos los subdesarrollados
que están dominados por el modelo sociocultural occidental. Las
razones son muchas e imposibles de resumir aquí.
¿Las
sectas sólo se aprovechan de los más incultos?
Ciertamente,
la tremenda ignorancia que hay en nuestra sociedad sobre religiones
y filosofías (así como sobre una infinidad de otros ámbitos) favorece
el que mercachifles de variada calaña den gato por liebre a los
buscadores de "espiritualidad". Pero también es cierto
que no sólo es un problema de cultura/información sino de sentido
común y madurez personal. Muchísima gente confunde "búsqueda
espiritual" con buscar maravillas esotérico/místicas y pretenden
encontrar creencias maravillosas que actúen del mismo modo que el
crecepelo mágico que vendían los feriantes. Una persona poco culta
pero con madurez personal raramente se deja engañar, pero un cretino,
por mucho que sepa, puede ser engañado fácilmente.
Por
otra parte, tal como ya hemos dicho en respuestas anteriores, debe
tenerse en cuenta que muchos "sectarios" son personas
que necesitan desesperadamente un marco grupal y de creencias que
les sirva como reductor de ansiedad, y para este tipo de personas
el riesgo no es el "no saber suficiente" sino el no ser
capaces de controlar adecuadamente sus sentimientos, emociones y
deseos.
Lo
deseable es incrementar la madurez personal y también la cultura
e información general sobre el máximo de aspectos posibles. Lo primero,
básicamente, es responsabilidad de las familias para con sus hijos,
lo segundo debería ser una obligación de cada uno para consigo mismo.
¿Cómo
puede ser que la gente siga cayendo en las sectas a pesar de lo
que se sabe de ellas?
Todos
sabemos que 100.000 personas al año mueren en España por culpa del
consumo de tabaco y alcohol, sin embargo millones de personas siguen
fumando y bebiendo. Tener información sobre un riesgo sólo ayuda
a prevenir a quienes no necesitan depender de él. Las campañas sobre
drogas actúan positivamente sobre muchos ciudadanos, pero no sirven
apenas para nada en quienes necesitan la droga como un reductor
de ansiedad. Lo mismo pasa con las sectas y la sectadependencia.
El
problema no es que haya muchas sectas (a las que, digamos de paso,
no se puede meter en la cárcel por las buenas, tal como a muchos
les gustaría) sino que cada vez hay más personas con un perfil presectario,
eso es con un perfil psicosocial de riesgo, derivado, fundamentalmente,
de pautas de maduración y socialización muy deficientes, producto
de actuaciones familiares erróneas durante el proceso de crecimiento
del sujeto. Por eso, mientras haya clientes (y el número de personas
con este perfil de fragilidad se incrementa cada día a causa del
tipo de vida familiar y social que llevamos) habrá demanda de sectas
(lo mismo que sucede con las drogas: cuantas más personas haya que
necesiten un reductor de ansiedad químico más traficantes habrá,
y no al revés).
Sobre las características del perfil de personalidad presectario
y/o preadictivo puedes consultar los capítulos 7 a 13, ambos inclusive,
de mi libro Adicción
a sectas
(Pautas para el análisis,
prevención y tratamiento).
¿Hay
sectas positivas?
Sin
duda alguna. Creo que el sectarismo en general no es malo. Supone
una diversidad de ideas, de creencias, algunas absurdas, al menos
desde el punto de vista de quienes no las comparten, pero sin duda
lícitas. Hay miles de sectas que son positivas para alguien. Cuando
el grupo deja de ser positivo es cuando se entra en una dinámica
patológica de manipulación, de explotación de los demás. Pero esta
segunda fase solamente es posible cuando en el grupo se dan dos
características: que el líder del grupo sea un sujeto o sujeta con
un perfil psicopatológico y
que éste explote, victimice, a individuos con un perfil psicosocial
de fragilidad, con una predisposición a caer en dinámicas de dependencia.
Todos podemos estar en una secta,
pero no todos podemos llegar a ser sectadependientes.
¿Cómo
puede distinguirse a una persona que está en una secta?
Hay
muchos elementos para analizar y detectar la posible relación de
un familiar con una dinámica sectaria. Lo primero que debe valorarse
es si tiene un perfil psicosocial de riesgo (ya que el "problema
sectario" depende mucho más de la fragilidad personal que de
las características de un grupo determinado), luego detectar la
presencia y origen de cambios radicales en el comportamiento, aficiones,
relaciones, gustos, etc. Cuanto más claro esté el perfil presectario
y más rápidos y radicales sean los cambios observados, más posibilidad
habrá de poder estar frente a una situación de dependencia o de
sectadependencia.
Encontrarás
todas las claves para poder hacer este análisis detalladamente en
mi libro Adicción
a sectas (Pautas para el análisis, prevención y tratamiento).
Ver también la página Síntomas
que delatan una conducta adictiva en esta Web.
Por
otra parte, aunque es algo secundario (insisto, la sectadependencia
se debe fundamentalmente a las características psicosociales previas
de la persona y no a las características de un grupo concreto, aunque
los haya de mayor o menor riesgo), puede analizarse el tipo de grupo
con el que se relaciona la persona interesada partiendo de unos
parámetros que definí en 1982 y que aparecen en todos mis libros
sobre sectas. Así, pues, los
diez puntos básicos que caracterizan a una dinámica de sectarismo
destructivo son los siguientes:
1.
Ser un grupo cohesionado por una doctrina —religiosa o socio-trascendente
en general— transmitida de forma demagógica y encabezado por un
líder carismático que pretende ser la misma divinidad o un elegido
por ella, o bien un poseedor de la Verdad
Absoluta en cualquier ámbito social.
2.
Tener una estructura teocrática, vertical y totalitaria, donde la
palabra de los dirigentes es dogma de fe. Los líderes intervienen
hasta en los detalles más íntimos y personales de sus adeptos y
exigen que sus órdenes sean ejecutadas sin la menor crítica.
3.
Exigir una adhesión total al grupo y obligar —bajo presión psicológica—
a distanciarse de todas o parte de las relaciones sociales y lazos
afectivos —padres, pareja, amigos...— y/o de las actividades —trabajo,
estudios, ocio, etc.— anteriores al ingreso en la secta. Cuando
cualquier relación personal deviene crítica contra el grupo, el
distanciamiento inicial suele acabar en ruptura absoluta.
4.
Vivir en una comunidad cerrada o en total dependencia del grupo
(a diferencia de décadas anteriores, hoy muchas SD ya no obligan
a sus adeptos a vivir de forma comunitaria y les permiten vivir
con sus familias, pero conservan el control sobre ellos mediante
frecuentes y obligados contactos personales —a menudo diarios— en
los centros de la secta y, también, telefónicos).
5.
Suprimir en mayor o menor medida —y bajo diferentes subterfugios
doctrinales— las libertades
individuales y el derecho a la intimidad.
6.
Controlar la información que llega hasta los adeptos —a través del
correo, teléfono, prensa, libros...— ocultándola y/o manipulándola
a su conveniencia, y prohibiendo toda relación con los ex adeptos
que son críticos con el grupo.
7.
Utilizar un conjunto de técnicas de manipulación, de persuasión
coercitiva, enmascaradas bajo actividades tan lícitas y neutrales
como la meditación o el renacimiento
espiritual, que propician el deterioro de la voluntad y capacidad
de reflexión y razonamiento de los adeptos y pueden desencadenar
problemas psicológicos más o menos graves.
8.
Propugnar un rechazo total de la sociedad y de sus instituciones.
Fuera del grupo todos son enemigos —polarización entre el Bien/secta y el Mal/sociedad—, la
sociedad es basura y las
personas que viven en ella sólo interesan en la medida en que puedan
servir al grupo y sus intereses.
9.
Tener como actividades primordiales el proselitismo —lograr el ingreso
de nuevos adeptos—, practicado mediante estrategias encubiertas
y/o ilegítimas, y la recaudación de dinero —por medio de cuestaciones
callejeras, cursos, actividades comerciales e industriales e incluso,
en algunos grupos, claramente delictivas—. En el caso de las sectas
multinacionales, buena parte del dinero recaudado es enviado a las
centrales de cada grupo.
10.
Obtener, bajo coacción psicológica, la entrega a la secta del patrimonio
personal de los adeptos o de considerables sumas de dinero en concepto
de cursillos, auditaciones,
terapias, donaciones, etc. Los miembros que trabajan en el exterior
del grupo tienen que entregar todo o gran parte de su salario a
la secta y los que lo hacen en empresas propiedad del grupo no cobran
salarios (las nóminas de esas empresas sectarias sólo son una cobertura
legal, ya que para sus adeptos/mano de obra nunca llegan a hacerse
efectivas o, de hacerse, éstos devuelven luego su paga a la secta,
ya sea bajo forma de donación —a una entidad sectaria legalizada
como «no lucrativa»— o, más comúnmente, como dinero negro).
Estos
puntos, naturalmente, describen situaciones detectables por cualquier
observador pero, de hecho, casi todos ellos representan trasgresiones
a la legalidad vigente. Si se utilizan como pautas para analizar
los grupos que puedan parecer sospechosos,
podrá disponerse de un buen barómetro para intuir situaciones de
riesgo. De hecho, lo que aquí hemos definido como una dinámica de
sectarismo destructivo no es exclusiva de aquellos grupos que popularmente
se tildan de «sectas», antes al contrario, también es posible -y
frecuente-
que se dé en el seno de grupos socialmente aceptados y/o pertenecientes
a instituciones respetables. Pero, sea dónde fuere que se dé el
sectarismo destructivo, su capacidad para dañar al individuo es
idéntica y, por tanto, debe ser igualmente criticable y, en su caso,
perseguible.
¿Qué
ofrecen las sectas?
La
oferta de las sectas no tiene ningún misterio especial. Básicamente,
ofrecen cosas para hacer, creencias para orientar la vida y un grupo
de gente con quien hacer y compartir. Dan un norte y proporcionan
identidad a sujetos que no la encontraban. Satisfacen necesidades
de afiliación y afecto que otros no habían sabido llenar antes...
y un largo etcétera.
Nuestras
vivencias son siempre subjetivas, así es que, desde el punto de
vista de un sectario, no importa demasiado lo que pase de verdad
en una secta (la explotación de los adeptos, pérdida de libertad,
etc.) dado que lo fundamental será siempre la vivencia experimentada
por el propio sectario. Nadie sigue haciendo nada que no le mejore
su estado (o percepción del mismo) anterior, así es que si un adepto
sectario permanece en un grupo es porque las ventajas subjetivas
que cree obtener son superiores a las desventajas y se siente mejor
dentro que fuera.
La
gente no está secuestrada dentro de una secta, de la misma manera
que a nadie se le obliga a consumir drogas hasta convertirse en
adicto. En uno y otro caso, la "oferta" que proviene del
mundo de la droga o de la secta sólo resulta atractiva, en muchos
casos irresistible, para aquellos que presentan un perfil de riesgo
presectario o preadictivo, pero no para el resto de las personas.
Lo que engancha a una secta no es lo qué se cree, sino el cómo se
cree, el entorno grupal que es capaz de generar sensación de bienestar
y seguridad en personas que han sido incapaces de lograrlo de otra
forma.
La
adicción, ya sea drogadiccción o sectadependencia, no es algo que
genera un traficante de drogas o una secta, sino una forma inadecuada
y patológica de reducir la ansiedad a la que recurren ciertas personas
con un determinado perfil de fragilidad. El traficante o la secta
manipulan y explotan a su clientela, son delincuentes, pero a los
adictos no los "fabricaron" ellos sino nosotros. La personalidad
adictiva o presectaria es una consecuencia de nuestros errores en
el proceso de maduración y socialización de los hijos. Para someter
a una persona frágil no hace falta recurrir al uso de drogas o de
técnicas de "lavado de cerebro", basta con hurgar en su
propia debilidad y proponerle algo que le haga sentir mejor. Ese
es el "secreto" y la fuerza de cualquier dinámica de sectarismo
destructivo.
¿Qué
es lo que falla en nuestra sociedad que permite la existencia de
sectas y el aumento de sus adeptos?
Fallamos
en lo más básico, en el modelo de relaciones intrafamiliares. Por
una variada lista de causas, derivadas en buena parte de los cambios
de estructura laboral y social que ha conllevado la sociedad industrializada
y urbana, el modelo familiar occidental ha fracasado o, al menos,
está herido de muerte, al no saberse adaptar adecuadamente a los
tremendos cambios que han transformado nuestras relaciones personales
y grupales. Hoy es sumamente frecuente el modelo educativo
"progre" o permisivo, que provoca incluso muchísimos más
problemas (carencias de control y límites, falta de habilidades
psicosociales, problemas emocionales...) que el "clásico"
modelo patriarcal autoritario, que tampoco ha desaparecido.
Estamos
fallando en lo fundamental cuando no facilitamos que los hijos puedan
adquirir una estructura de personalidad, un control emocional, unas
habilidades sociales y unos marcos de referencia adecuados para
enfrentarse a la sociedad altamente "infumable" que hemos
construido entre todos; una sociedad mediocre, agresiva, competitiva,
neurotizante y estresante, que parece ofrecer escasas esperanzas
de futuro a los más jóvenes... y un largo etcétera.
Cuando
una persona no ha podido o sabido adquirir de su familia las
pautas suficientes y adecuadas para poder “sobrevivir” a una sociedad
excesivamente tensionada, la ansiedad que le produce enfrentarse
a la vida cotidiana le hace nacer la necesidad, el impulso irrefrenable
que lleva hasta las conductas adictivas, cosa que, claro está, potencia
el número de adictos a drogas, juego, trabajo, Internet, sectas...
o a cualquier otro tipo de ingesta o comportamiento capaz de actuar
como un “reductor de ansiedad”; estas situaciones lesivas y, en
mayor o menor medida, patológicas, están creciendo cada vez más
por efecto de la sociedad que hemos conformado -y que es cómo es,
no la cambiaremos, al menos de momento- y, básicamente, por efecto
de un sistema familiar que cada día hace mayor dejación de su responsabilidad.
¿Qué
buscan las personas en las sectas?
A
cualquier edad queremos, debemos y necesitamos elementos de identificación
con nuestros colegas, es lo que se define como “identidad social”,
una necesidad que para los más frágiles es mucho más importante
que la propia identidad individual. La pertenencia a un grupo o
colectivo, también a una secta, la proporciona. La búsqueda de una
vía hacia una "utopía" (algo que con frecuencia puede
alcanzar niveles de necesidad apremiente en personas jóvenes pero,
especialmente, en las inmaduras) es otra de las necesidades que
parecen colmar las sectas. Además, hay muchas personas que no se
sienten respetados, queridos como personas, en su entorno familiar
o de amigos, o en el colegio, instituto, universidad,... y, por
tanto, buscan sentir esta percepción tan subjetiva en otra parte.
Y esto lo encuentran en una secta, porque, precisamente, el montaje
estructural de una secta tiene la virtud de colmar éstas y otras
necesidades similares. Poco importa que las percepciones originadas
en las ofertas sectarias pueden ser producto de una dinámica "prefabricada"
-¿y qué no lo es es nuestra sociedad vacua y superficial-, porque
lo que resulta indudable es que la persona que se vincula
al grupo las siente como reales. En esos casos, la secta está satisfaciendo
una necesidad ineludible, fundamental, que no podía satisfacerse
en el entorno social “no sectario” del sujeto.
El
precio a pagar por el sectario, en muchos casos, podrá ser carísimo:
puede perder de vista el mundo real, sufrir severas limitaciones
en su independencia y autonomía personal, le puede costar mucho
dinero -quizá todo el que tenga-, le mermará su libertad de elección...,
pero incluso así, mucha gente está dispuesta a pagar ese precio
porqué fuera de la secta, en eso que llamamos "mundo normal
y corriente", lo estaba pasando mucho peor.
¿Una
persona puede convertirse en sectaria de un día para otro o casi?
No.
Aunque es posible que una persona pueda decidir impulsiva y rápidamente
su afiliación a un grupo determinado, lo que se entiende como sectadependencia,
la base del problema sectario, es un proceso más o menos largo -depende
de las condiciones psicosociales de cada sujeto- que puede percibirse
por los familiares y amigos de ese candidato a sectario.
Es
indiscutible que un adicto no se hace de la noche a la mañana, y
eso es así tanto si pasa a depender de drogas, sectas o cualesquiera
otras sustancias o comportamientos. Un proceso adictivo es un proceso
largo, en el que los implicados dan muchos avisos, piden ayuda a
mucha gente, aunque a menudo lo que sucede es que se pide ayuda
a gente ciega y sorda, a gente que no comprende o no quiere o no
puede comprender, a gente que está muy distante afectivamente y
que, por tanto, no se da por aludida hasta que, finalmente, el problema
ya ha alcanzado una proporción muy notable.
¿Son
frecuentes los casos de maestros o profesores que captan a sus alumnos
para alguna secta?
No
es lo más corriente, pero sí es frecuente y fácil de entender. La
persona que se vincula a una secta resultará un reclutador tanto
más vehemente cuanto más frágil fuese su perfil psicosocial previo;
y esa persona, que cree que ha encontrado un paraíso que le protege
de su sentimiento de fragilidad anterior, y lo cree sinceramente,
no es un hipócrita, siempre está volcada en una labor proselitista,
es algo de pura coherencia, porque cree que el grupo es lo mejor
para él y para cualquiera. Cuando un maestro o profesor está en
esta situación, es "lógico" que pretenda "salvar"
a todo el mundo, aunque ahí, en algunos casos, se está cometiendo
un delito cuando se adoctrina de forma ilícita a menores de edad.
Esto no es lo habitual en la dinámica de captación de las sectas,
pero sí sucede con frecuencia en ciertos grupos sectarios amparados
bajo la Iglesia Católica (muchos de ellos con colegios propios).
¿Cómo
viven la situación los amigos y familiares?
Siempre
la viven con angustia. La gente se asusta mucho cuando intuye, cree
o sabe que su hijo, un familiar o su pareja, está en una secta.
Y contra eso no pueden luchar. No saben por dónde empezar. En el
EMAAPS les ayudamos
a analizar objetivamente las razones por las que creen que su pariente
está en una secta y a medir los posibles problemas, que siempre
acaban siendo mucho menores de lo supuesto. Les explicamos cómo
funciona la adicción a una secta, qué parte de responsabilidad tiene
la personalidad previa de su pariente y sus circunstancias y qué
papel juega el grupo en ese caso. Les ayudamos a comprender cómo
algunas disfunciones específicas del núcleo familiar, habituales
en muchas familias “normales”, han contribuido a la huida hacia
la secta del pariente y, claro, les enseñamos a corregirlas y a
readaptar los papeles que juega cada uno para mejorar la comunicación
y restablecer la confianza y comprensión entre las partes en conflicto.
Poco a poco el “problema” se va empequeñeciendo hasta desaparecer,
y la mayoría de las veces no nos hemos ocupado para nada del grupo
y ni siquiera llegamos a conocer al pariente sectario. Cuanto mejor
sea la comunicación intrafamiliar, más fácil será eliminar el “problema”.
Nosotros
partimos de un enfoque psicológico sistémico, según el cual, una
familia no es sólo un padre, una madre, un hijo... sino que, fundamentalmente,
es el conjunto de interrelaciones que se establecen entre todos
ellos. Por tanto, analizamos el “problema” dentro de la globalidad
del sistema familiar y la intervención terapéutica se realiza en
el mismo ámbito.
¿Cómo
puede lucharse contra una secta para sacar a una persona de ella?
No
se puede resumir en pocas líneas lo que debe hacerse y no hacerse
para ayudar a una persona sectadependiente. Una de las ideas clave
en la intervención en este tipo de casos es que no debe lucharse
contra la secta sino maniobrar en favor del sectario. En mi libro
Adicción
a sectas (Pautas para el análisis, prevención
y tratamiento), puede encontrarse todos los consejos
necesarios para enfrentar con éxito una situación como ésta. También
pueden consultarse los capítulos y resúmenes de este libro que hallarás
en esta Web.
De
todos modos, conviene
recordar que un "sectario" es una persona frágil pero
no es tonta, no es malvada, no es nada de lo que algunos le etiquetan.
Es una persona que necesita un soporte y no hemos sabido dárselo
en la familia, o le habíamos dado uno que no era el que esa persona
necesitaba o podía asumir. Cuando cambiamos el tipo de las relaciones
que se establecen entre la pareja o en la estructura familiar, la
manera de actuar, de comunicarnos, de preguntar..., se produce un
cambio muy notable en el conjunto. Si queremos que cambie esa adicción
a la secta, ese apoyo poco recomendable por algo más saludable,
hay que abrirle perspectivas, hay que reforzarle. Si lo conseguimos
-y se puede conseguir-, cuando esa persona se sienta un poco más
sólida ella misma se dará cuenta de que ya no le hace falta depender
de la secta. Ella misma va a ser consciente de que paga un precio
demasiado caro por su adicción y rebajará el nivel de dependencia
o, en caso de que su sectadependencia sea muy acusada, pedirá ayuda
para superarla y facilitará el trabajo de normalización de su vida.
Ver
la página Qué
hacer ante un caso de sectadependencia en esta misma Web.
¿Qué
pasó con la desprogramación, ya no se realiza?
La
desprogramación era el equivalente a la primera fase de desintoxicación
de un drogadicto, que consiste en aislarle del contexto que le abastece
de droga, confrontando su propia realidad en la secta, lo que él
percibía, con la información exterior.
La
desprogramación fue una solución desesperada de gente desesperada.
Estamos hablando de finales de los 60 y principios de los 70 y de
familias que tuvieron que improvisar una técnica terapéutica para
recuperar a sus parientes sectadependientes. La desprogramación,
cuando se hacía con respeto no era nada agresiva, pero, como en
toda vía terapéutica, hubo desprogramadores que lo hacían muy bien
y otros que cometieron importantes abusos.
El
problema fundamental de la desprogramación era que había que mantener
aislada a una persona contra su voluntad, no siempre, pero casi
siempre. Y eso supone un delito de retención ilegal. En Estados
Unidos hubo algunas sentencias que justificaron el delito de secuestro
argumentando que se había cometido para evitar un mal mayor como
era la destrucción de la personalidad del sectario; pero otras condenaron
a los padres y a los participantes por qué, mal mayor o no, se había
cometido un delito.
Con
el tiempo, la desprogramación acabó quedando en manos de gente casi
tan fanática como los propios sectarios que pretendían combatir
y se empezaron a cometer abusos importantes hasta que, finalmente,
se abandonó esta técnica. Ahora bien, no hay que olvidar que, gracias
a la desprogramación, miles de personas consiguieron liberarse de
su adicción y rehacer sus vidas. Para unos, la desprogramación fue
lo mejor que les pudo suceder y cantan sus excelencias, otros, en
cambio, la satanizan con virulencia.
¿Se
puede prevenir el sectarismo?
En
un libro como Adicción
a sectas (Pautas para el análisis, prevención
y tratamiento), la mitad del texto está dedicada a la
prevención, pero en el mundo real, la prevención debería representar
el 90% de los esfuerzos y dejar el otro 10% para lo que reste: persecución
del delito, información, etc. La prevención es fundamental porque
estamos hablando de un proceso adictivo (y lo que digo para la sectadependencia
vale para el resto de adicciones a sustancias y a conductas) y este
proceso se engarza sobre una personalidad frágil, originada en errores
durante su proceso de maduración y socialización, y fragilizada
por su entorno social.
Se
puede prevenir y hay que hacerlo en tres ámbitos: en la familia,
en la escuela y en el resto de la sociedad, por este orden de importancia.
Es
necesario cambiar nuestra sociedad pero, como soy pesimista en este
sentido, creo que sólo podemos
mejorar pequeñas cosas. El gran trabajo hay que hacerlo en casa.
Podemos prevenir que nuestros hijos sean náufragos de ese mundo
infumable que estamos ayudando a hacer entre todos. Debemos
ayudar a fortalecer la personalidad de los hijos, a conformar personas
con límites, con capacidad de reflexión, con un control emocional
suficiente para poder resistir los niveles de estrés y ansiedad
que tenemos que soportar.
Estamos
educando, tanto en casa como en la escuela, gente que apenas sabe
reflexionar con eficacia. Estamos fascinados por el mundo audiovisual.
Estamos rodeados de información, pero cada vez tenemos a más gente
incapaz de hacer algo con esa información. La gran mentira del mundo
actual es que tenemos acceso a toda la información -algo muy discutible,
ya que quedan muchas bolsas de información opacas-, pero, en cualquier
caso, ante el universo de información disponible estamos situando
a gente que es incapaz de hacer algo coherente y reflexivo con ella.
Otro indicio: cada vez hablamos, nos expresamos, con menos palabras,
y cuanto menos palabras, menos conceptos, menos matices y, por tanto,
menos capacidad de analizar, de diseccionar, de reflexionar sobre
nuestro entorno. Es inaudito que en el sistema escolar se haya suprimido
la filosofía. La filosofía, lo mismo que las matemáticas, son instrumentos
que enseñan a reflexionar, a usar y organizar todo aquello que nos
permite comprender y controlar la realidad en la que vivimos, y
eso no se debe eliminar de un currículum escolar.
Los
problemas parten siempre de nosotros. Tenemos capacidad para prevenirlos
y/o disminuirlos, disponemos de muchas capacidades que no utilizamos
por pura pereza o ignorancia. Somos responsables de los problemas
que nacen a nuestro alrededor y debemos ser conscientes de ello.
Lo que no se hace correctamente desde la familia y, después, desde
la escuela, difícilmente podrá corregirse pasado el tiempo y desde
fuera. En cambio, la gente quiere soluciones externas y no implicarse.
Es un error. La prevención es la mejor y más barata inversión que
puede hacerse en cualquier ámbito de la vida.
Ver
la página Prevención
de la sectadependencia en esta misma Web.
¿Cómo
pueden explicarse los suicidios colectivos que han protagonizado
algunas sectas?
En
todos los casos de supuestos suicidios colectivos en sectas no hay
tal suicidio sino un asesinato en masa. Para que haya suicidio debe
haber voluntad de morir pero, en todos los casos estudiados, se
ha visto que la inmensa mayoría de los cadáveres habían sido ejecutados,
asesinados, por tanto. Hay que hablar siempre de asesinatos en masa.
Para
que puede darse una situación de este calibre hace falta al menos
tres condiciones necesarias: un líder con un perfil psicopatológico
determinado, una masa de fieles absolutamente sometida al líder
(sólo posible si se ha reunido personas con un perfil psicosocial
muy frágil, que son las que pueden manipularse hasta extremos increíbles),
y un desencadenante externo (al que puede añadirse alguno interno).
Cuando
en un grupo sectario destructivo muy patológico, liderado por una
figura absolutamente desquiciada y paranoide -como lo fueron Jim
Jones, Joe Di Mambro, Luc Jouret, David Koresh, Marshall Applewhite,
Joseph Kibwetere, etc.-, se recibe una presión externa importante
-como denuncias contra el grupo, una investigación policial en curso,
etc.-, habiendo o no algún tipo de presión interna -descontento
de los adeptos, amenazas de deserción, petición de devolución de
propiedades entregadas, etc.-, lo lógico es que se acabe en una
masacre. Este tipo de liderazgo prefiere perder su vida antes que
perder el control del grupo, por eso los líderes mueren con su grupo;
si fuesen meros estafadores o delincuentes escaparían con el dinero
expoliado a sus adeptos, pero no sucede así porque son, simplemente,
locos iluminados peligrosos.
La
dinámica de muerte que puede conducir al fin del grupo puede camuflarse
bajo rituales de suicidio para irse al paraíso, o bajo la preparación
de un iluso viaje a una nave estelar, etc., y los adeptos los aceptan
mientras son eso, un ensayo, ahora bien, en el momento definitivo,
cuando toca tomarse el veneno, solamente los adeptos más patológicos,
una minoría muy pequeña, dan el paso mortal; el resto se niega y,
como esto está previsto ya que el líder sabe perfectamente que su
control no es tan absoluto, siempre se ha decidido previamente el
modo de ejecutarlos. El núcleo de fanáticos más agresivos es el
que va asesinando al resto de compañeros. Se trata, por tanto, de
un asesinato en masa, jamás un suicidio.
¿En
qué momento ya no puede hacerse nada para abordar un problema de
"sectas"?
Quizá
muchas veces no resulte nada fácil, pero nunca es tarde para actuar.
Siempre se pueden hacer cosas para prevenir, para solucionar o para
aminorar el problema, pero jamás es tarde si se quiere hacer algo
para que las cosas cambien. Nunca jamás es tarde.
Ver
la página Qué
hacer ante un caso de sectadependencia en esta misma Web.
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