La
mujer y el concepto de Dios han sido fundamentales para el
progreso de la sociedad humana, pero la historia de ambos
difiere mucho de lo que nos han contado.
Los
conocimientos arqueológicos, históricos y etnográficos actuales
indican que la mujer prehistórica no estuvo sometida al varón
sino que, por el contrario, las comunidades de nuestros antepasados
dependieron de su triple función como procreadora, organizadora
y productora. Desde que comenzamos a evolucionar como homínidos
hasta el inicio de la era agrícola, el desarrollo de las estructuras
psicosociales y adelantos técnicos que posibilitaron la civilización
fue obra de mujeres.
¿Y
qué decir de Dios? Hace unos 30.000 años aún no existía, pero
su concepto tomó vida y forma al tiempo que los humanos desarrollamos
el pensamiento lógico-verbal; de hecho, bajo el proceso de
maduración del uso del lenguaje en los niños puede verse todavía
el sustrato básico del concepto de Dios. En cualquier caso,
las pruebas arqueológicas muestran que el primer «Dios» generador/controlador
fue concebido y reconocido como mujer durante más de 20.000
años y que no hubo más divinidad que la Gran Diosa hasta que,
entre el VI y III milenios a.C., por necesidades socioeconómicas,
apareció el concepto de Dios varón. La agricultura excedentaria
provocó la derrota de la mujer y de la Diosa a manos del varón
y del Dios; y la sumisión se impuso así en la tierra como
en el cielo.
La
documentada investigación que se plasma en este libro aporta
respuestas coherentes a preguntas trascendentes y hará ver
de otro modo a la mujer, al hombre y a Dios.
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